EL ERROR COMO OPORTUNIDAD DE APRENDIZAJE

Autora: Ana Roa

Una de las maneras más interesantes de apoyar a nuestros alumnos y a nuestros hijos en su crecimiento y maduración consiste en permitir que comentan errores. Cuando les dejamos libertad para equivocarse, les damos también la posibilidad de aprender “lecciones de la vida” y guiarlos, si es necesario, en ese instante.

 “Errar es humano”, “Un error lo comete cualquiera” o “De los errores se aprende” nos corroboran que nadie está libre de equivocarse y que debemos ver el error como una oportunidad de aprendizaje: “Todos comentemos errores, lo importante es la forma en la que se aprende de ellos”  No obstante, en nuestra sociedad las presiones cada vez son intensas y prima que los niños sean perfectos e inteligentes, por lo que en ocasiones tendemos a reforzar esas presiones elogiando demasiado a nuestros niños y preservándolos del fracaso y de la frustración.

Para que exista un aprendizaje real, es necesario que el error esté presente en el día a día como oportunidad de aprendizaje.

¿Elogiar o alentar?

Puede ser interesante pararse a pensar y hacer una lista de las cualidades positivas de nuestros niños. A veces estamos demasiado pendientes de lo que más les cuesta hacer y perdemos de vista las cosas interesantes, bonitas, inteligentes y amables.

Una sonrisa o decirles que te gusta cómo han hecho este trabajo son algunos de los mensajes positivos que podemos enviarles, en definitiva, es muy importante darse cuenta de lo positivo y expresarlo. Pero ¡cuidado! No se trata de elogiar por elogiar sin moderación ni motivo. Los elogios más eficaces son los que se refieren a actuaciones concretas, aquellos que ayudan al niño a desarrollar una mayor conciencia de lo que sí está bien y de lo que no está correcto.

Reconocer positivamente sus acciones les ayuda a sentirse bien con ellos mismos y les motiva a aceptar el esfuerzo que supone un  aprendizaje, ya que están seguro de sus capacidades; sin embargo, el elogio excesivo y sin propósito en ocasiones suele provocar que el móvil de las acciones del niño deje de ser interno para pasar a perseguir la recompensa externa, con lo que la satisfacción de sentirse capaz de hacer algo bien y de haberlo hecho pasaría a un segundo término. De hecho, cuando reciben elogios en exceso empiezan a sentirse dependientes de la opinión de los demás y actúan correctamente cuando saben que existe una recompensa. Como adultos tenemos la creencia de que el elogio aumenta la autoestima, sin embargo el efecto puede ser contrario si lo practicamos en exceso y, en lugar de desarrollar la confianza y la seguridad en ellos mismos, puede desembocar en una dependencia de las alabanzas.

Los niños “adictos a los elogios” sufren una mínima tolerancia a la frustración, dependen de la aprobación de los demás y no quieren “correr riesgos”, su deseo es moverse en terreno seguro, así seguirán recibiendo alabanzas y continuarán forjándose una imagen positiva de sí mismos un tanto ficticia. Como profesores y padres, es importante reconocer en nuestros niños el esfuerzo, el interés y la dedicación a determinados asuntos (actualmente la “cultura del esfuerzo” parece haber caído en el desuso), en lugar de decir: “¡eres un genio tocando el violín! sería interesante decir: “¡qué bien suena!, ¡se nota que has practicado!…

Una de las grandes alegrías de la infancia es descubrir algo nuevo y saberse capaz de hacer algo por sí mismo. Los elogios en exceso pueden hacer que el niño pierda el placer y el orgullo de disfrutar de sus propios logros. Resulta imprescindible animarles a tener iniciativas y a hacer cosas por  su cuenta comentándoles cuáles son sus fortalezas y debilidades y cómo convertir estas últimas en fortalezas, ellos lo agradecerán en el futuro.

Los errores como oportunidad de aprendizaje

Aprender de los errores es parte de cómo los niños se enfrentan al reto de aprender a hacer las cosas de manera diferente. Se les motiva a probar nuevos enfoques y a cambiar la perspectiva de lo sucedido.

Es necesario dar el apoyo emocional que los niños necesitan en cada momento, hacerles ver cómo pueden aprender de los errores y buscar soluciones. Es importante que:

  • Aceptemos a nuestros niños tal y como son.
  • Nos aseguremos de que ellos perciban nuestro amor incondicional.
  • Cambiemos nuestra manera de ver los errores, no como algo negativo sino como una prueba más en la vida.
  • Reconozcamos nuestros errores como señales de experiencia, humildad y amor.
  • Les ayudemos a encontrar la mejor solución cuando comentan errores.
  • Les pongamos ejemplos de errores, las consecuencias que traen y cómo podemos aprender de ellos.
  • Alabemos su capacidad de resolución para buscar soluciones positivas.
  • Les enseñemos que el error es parte de la vida y no tiene que convertirse en fracaso si no en nueva oportunidad.
  • Les enseñemos a aprender, buscar respuestas y cultivar la curiosidad.
  • Les permitamos experimentar por sus propios medios.
  • Les ayudemos a aumentar su capacidad de resiliencia para confiar más en ellos mismos.
  • Les guiemos una vez que hayan cometido el error pero sin hacer nosotros las cosas que a ellos les corresponden, evitando la sobreprotección y la permisividad excesiva.
  • No les permitamos que la rabia sea sinónimo de frustración.
  • Les ayudemos a fijar metas razonables para que se sientan orgullosos y satisfechos al cumplirlas.
  • Les inculquemos la capacidad para reconocer su error y la habilidad para disculparse cuando sea necesario.
  • Les expliquemos que si se comete un error grave no se debe huir de la responsabilidad ni ponerse a la defensiva.

Todos tenemos derecho a equivocarnos y estar dispuestos a aprender de ello.

Ana Roa, pedagoga y  psicopedagoga

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