Autora: Ana Roa
¿Cómo percibimos nosotros la constancia? ¿Creemos que la fuerza de voluntad se ha quedado estancada en generaciones anteriores a las de nuestros/as alumnos/as actuales? Sabemos por experiencia que, en numerosas ocasiones, los niños comienzan algunas actividades y proyectos con entusiasmo, pero en muy poco tiempo se aburren y abandonan, de alguna manera no les satisfacen. Quizá se complican demasiado o implican cierto nivel de esfuerzo…El esfuerzo es un valor a desarrollar desde los primeros cursos escolares, siempre unido a la capacidad de trabajo y sacrificio. Si llevamos a cabo esta proeza, ellos aprenderán a no rendirse ante el primer obstáculo que se les presente y continuarán con la tarea, pues, en su futuro, se van a encontrar con muchas dificultades y dependerán de su fuerza de voluntad para poder superarlas.

La sobreprotección sigue estando muy presente
Sobreproteger, querer hacer la vida más fácil… puede desembocar en un comportamiento dependiente, introvertido, sin fuerza de voluntad, con alto grado de tiranía, donde se busca la obtención de ayuda inmediata y la exigencia en todo momento de la satisfacción de demandas. Se renuncia a las propias responsabilidades, se necesita continua ayuda y aprobación para actuar; “no se realizan esfuerzos”, aparece la inseguridad…En muchos casos, los adultos somos quienes fomentamos las conductas más infantiles de lo que corresponde a la edad de nuestros chicos. Los niños no son autónomos porque determinadas cosas las hacemos nosotros pues “nos salen mejor” (desconfiamos de sus habilidades) y “tardamos menos tiempo” (nos mostramos impacientes). El resultado futuro de todo esto es una personalidad débil e insegura, el desarrollo de ansiedad o de la angustia de separación y el miedo “a crecer”.Es importante que nuestros alumnos sepan que estamos a su lado para ayudarles cuando lo necesiten, pero sin evitarles las dificultades que surjan en su camino. Ellos necesitan un guía que les acompañe durante su aprendizaje, que les motive y les ayude cuando haga falta, pero… ¡cuidado con solucionarles todo! Existen responsabilidades acordes a cada momento evolutivo que les permitirán fortalecer su seguridad y confianza en sí mismos, llegando a conseguir una autoestima saludable y aprendiendo a tomar sus propias decisiones acompañadas de pensamiento crítico.

Las adversidades de la vida: La aparición del fracaso
En numerosas ocasiones los objetivos no se consiguen fácilmente; es necesario “luchar” por conseguirlos, esforzarse y no rendirse ante las adversidades. En estas situaciones aparece el “fantasma” del fracaso que no debe convertirse en un impedimento para abandonar la tarea; debemos enseñar a nuestros chicos a minimizar el miedo a fracasar. La frustración y el sufrimiento son parte de nuestra vida y reprimirlos o intentar evitarlos desembocará en una emocionalidad pobre y alejada de la realidad.Desde nuestro rol como profesores o padres podemos desarrollar la resiliencia y apoyar a nuestros alumnos/hijos para que la desarrollen; la resiliencia es la capacidad que tiene el ser humano para afrontar las dificultades, los problemas y las adversidades de la vida, superarlas y transformarlas. Según el Observatorio Faros: “los padres a menudo se preguntan cómo han de actuar con sus hijos para protegerlos de los contratiempos de la vida. En primer lugar hay que remarcar que no es posible proteger a los niños de los altibajos propios de la vida; no obstante, sí es posible criar niños con capacidad de resiliencia, entendiéndola como la capacidad de hacer frente a las adversidades, superarlas y ser transformado positivamente por ellas. La resiliencia le proporcionará a un niño las herramientas necesarias para responder a los retos de la adolescencia y del inicio de la etapa adulta y así vivir de manera satisfactoria y plena a lo largo de la vida adulta”.
¿Cómo podemos practicar la asertividad y la gestión de sus emociones?

Las emociones influyen directamente en la toma de decisiones asertivas:
- Creando un clima libre de comunicación, donde sientan que tienen libertad de opinión y expresión.
- Cultivando la autoestima de los más pequeños. Si tienen una sana autoestima y una imagen positiva de sí mismos no tendrán miedo a expresarse libremente.
- Estimulando la responsabilidad.
- Transmitiendo confianza y fortaleciendo así su identidad. Cuando el niño expresa alguna cosa que le molesta o una opinión contraria a la nuestra podemos conversar con tranquilidad sobre ella.
- Ayudándoles a tener criterio propio.
- Favoreciendo la empatía.
- Enseñándoles a respetar opiniones y a tenerlas en cuenta.
- Creyendo en ellos, si creemos en ellos, ellos creerán en sí mismos.
¿Por qué es necesaria “la fuerza de voluntad”?
“La fuerza de voluntad te da la energía para enfrentar los retos, la habilidad de perseverar ante los obstáculos y la fuerza para tolerar el conflicto y el estrés que podrían desviarte de tus metas y proyectos”, Kelly McGonigal, psicóloga de Stanford.La fuerza de voluntad trabaja como un músculo; necesita ser entrenada, desarrollada y mantenida. En la última década investigaciones realizadas sobre la fuerza de voluntad nos indican que no existe una cantidad determinada para cada persona; esta varía enormemente dependiendo del grado de estrés mental reciente. Por tanto, nuestros chicos tendrán mayor o menor fuerza de voluntad para realizar algunas tareas dependiendo del estrés mental soportado en ese momento… Unos días las terminarán muy rápido; otros se harán eternas… Las rutinas y los hábitos del día a día lograrán esa constancia en la fuerza de voluntad; dichos hábitos, unidos a nuestro apoyo y valoración positiva de sus puntos fuertes permitirán que logren un nivel adecuado para poder hacer lo que se propongan.

¿Cómo enseñarles a “no rendirse”?
- Evitando las presiones innecesarias.
- Permaneciendo a su lado motivándolos positivamente.
- Proporcionándoles nuestro apoyo emocional de manera incondicional.
- Procurándoles motivos por los que merece la pena esforzarse.
- Animándolos por medio de motivaciones intrínsecas.
- Explicándoles que las metas que se pongan deben ser realistas.
- Reconociendo y alabando sus logros.
- Enseñándoles a entender la relación entre esfuerzo y buenos resultados.
- Descubriendo enseñanzas de los fracasos, viendo el error como una oportunidad de aprendizaje.
Ana Roa, pedagoga y psicopedagoga.
Autora del libro “Cómo Educar en la Cultura del Esfuerzo” Editorial Toromítico (Almuzara).